Si tuviera que destacar alguna rama de la Medicina sería ésta, la nutrición. Es el tronco del resto. “Somos lo que comemos”, decía Hipócrates, padre de la Medicina. “Cavamos nuestra tumba con las palas de nuestros dientes”, también se dice.
La mayoría de las enfermedades son producidas o desencadenadas por nuestros malos hábitos alimenticios: enfermedades autoinmunes, hipertensión, diabetes mellitus, dermatitis o rinitis atópicas, depresión y un largo etcétera que finaliza con la enfermedad más temida: cáncer.
En el siglo XXI la gente está acelerada, no hay tiempo ni para comer. Lo hacemos deprisa mientras nos vestimos para ir al trabajo. Es fundamental buscar un tiempo para disfrutar de la comida. Bien masticada reduce muchísimo los problemas de aerofagia y malas digestiones. Por otro lado, si dedicamos 10 segundos de nuestro tiempo a dar la vuelta a la etiqueta del producto que vamos a comprar en el mercado nuestra salud nos lo agradecerá. Con una mínima información os sorprenderéis al reconocer cantidad de sustancias nocivas contenidas en ciertos alimentos. Su eliminación en nuestra dieta nos va a hacer sentir mucho mejor.
Podéis hacer la prueba: retirad a vuestro hijo la leche de vaca que toma diariamente y sustituidla por bebida de soja, o de arroz, o de almendras… Hay tantas marcas como sabores. El niño que constantemente tenía moco, infecciones respiratorias, amigdalitis y fiebre va a reducir muy notablemente sus síntomas y se va a encontrar mejor.
No os preocupéis: el poco Calcio que en realidad nos aporta la leche de vaca lo tomará de una dieta basada en cereales integrales, frutas y verduras. Porque, si lo pensáis, somos el único animal que seguimos bebiendo leche después de nuestro destete (quitando a algunos animales domésticos, alimentados por nosotros, claro).
